Siempre le tuve un miedo irrefrenable al fuego


C.A.

Siempre le tuve un miedo irrefrenable al fuego
piel y madera
torpeza y herida.
La pérdida
y los consuelos de lo purificador.   

Pero cuando la jungla de cemento arde
se convierte en fascinación pura mis ojos vueltos vidriosos.
 O’ Higgins y Pedro de Valdivia
se derriten
y la venganza
(por muy poca que sea)
quema mi espíritu,
más que cualquier rezo a la nada,
que en su hogar imaginario,
se hace brasa
con las vírgenes sangrando.

Nunca más habrá un ceda el paso a la estirpe ladrona
ni cámaras que reconozcan los niños vomitados
del paraíso de la tarjeta 
y la tierra prometida de la inmobiliaria.

Por la noche,
hojas secas alimentan las heridas de los pueblos.

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