Memoria / Testimonio III: Diálogo interno



29 de octubre, saltándome deberes laborales, Valdivia

Tengo esa maldita sensación de que nos han dejado aquí, con estos cocodrilos hambrientos, pero tampoco es justo llamarlos cocodrilos. No es la supervivencia la que los mueve, es la sed de dominio. Pensaba que faltaba que lloviera. Como estamos tan acostumbrados a la lluvia, tal vez eso haría sentir las cosas como antes. Ni siquiera el olor del polvo empapado sobre el cemento o el temporal, nada lava esta sangre pegada en la memoria. Anoche me sentía inútil como esa vez que el Nico se desmayó sobre el cemento quebrado y se cortó la cara. Tenía miedo. Anoche dije, si me agarran, prefiero morir. La muerte siempre está presente en el camino, pero no le temo. Es un portal de conocimiento que me da señales cuando estoy lo suficientemente atenta. El domingo caminando por Guillermo Frick, me encontré con dos bandurrias muertas en la calle. Una estaba destripada, probablemente un perro las cazó porque son demasiado grandes para un gato promedio. Me detuve a observar bien los cuerpos inmóviles y tiesos, las tripas todavía brillantes y desparramadas. Entendí que la muerte me estaba saludando. La contemplé y la saludé de vuelta con mucho respeto porque, aunque no le temo, tengo muy claro su espíritu. No temo tanto por mi vida, aunque siento que aun no es el momento de dejarla, mi cabeza es un bosque naciendo, expandiéndose. Quiero combinar el bosque de mi pensamiento con el de mis hermanos para que generemos todos ese territorio que soñamos. Uno que no puedan usurparnos, uno libre de reyes, emperadores, presidentes, empresarios, dinero, fronteras, colonos, esclavos y patriarcas. “No me detengan, que estoy soñando […]” algo así dice la Gogou. No temo por mi vida, pero temo la perpetuación de la injusticia. No me desespera el hecho irrevocable de tener que morir, me desespera esperar la muerte sin hacer nada para que vivir no sea en vano. Sin hacer nada por acabar con esa hambre y sed que nos diferencia de los otros seres vivos, que no es de alimento ni está en equilibrio. La naturaleza, afortunadamente, es más antigua y más fuerte. Tal vez hasta aquí ha llegado la ilusión de alcanzarla.

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