Memoria / testimonio I


25 de octubre, plaza de armas de Valdivia


                                                   Fotografía por @keruobando


Llegamos a la plaza. Rondaba en mi cabeza esa canción que empieza así: “Yo no canto por cantar, ni por tener buena voz, canto porque la guitarra tiene sentido y razón […]”. Me decepcioné del trovador tocando la mas típica de Heredia. Pero me enfurecí cuando empezó con las de Mon Laferte y de Maná. La gente empezó a bailar y el tipo gritaba que ya podíamos salir a tomar porque el toque de queda se había levantado. Mirábamos atónitos cómo la manifestación se convertía en festejo. Los cabros me dijeron que ya no era la instancia, que no era el ambiente para leer. La gente no tenía el ánimo, pero yo necesitaba que leyéramos esos poemas en público. Mientras aún no descifraba bien qué hacer, levanto la mirada y me encuentro con mi compañera llorando de rabia. La misma rabia mía y la sostuvo gritando – ¡Nos están matando! –la sostuvo caminando hacia el micrófono para decir que nos estaban matando los milicos, que nos estaban violando y torturando. La gente se quedó callada, dejaron de bailar mientras leía su poema Virgen de las barricadas. Otra compañera, la pequeña y frágil, la de lágrima aflorada. A quien yo nunca había visto demostrar ese coraje tan furioso, tomó el micrófono y su rabia y recitó de memoria a la Violeta Parra. Su cuerpo temblaba de grito saliendo, su voz aguda dulce rayo de verdades, lloraba dentro y su garganta temblaba de valentía. Contemplé maravillada su cuerpo conteniendo, a punto de explotar, entonces vi cómo su rabia era alegría y su fragilidad, fortaleza. Yo grité los poemas Insurrectos de nuestra ñaña Heddy – “Estoy en asamblea permanente con mi cuerpo y agárrense los pantalones, las faldas ya están echadas” – Esa tarde fuimos tres de flor en pecho, poniendo cuerpo, grito y lágrima. Fuimos hijas de la hembra más salvaje y reclamamos nuestro territorio invocando nuestra propia brujería.

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