Apuntes para temas de conversación

 

 El papel aguanta

Debe ser probable la existencia de una mujer latinoamericana de subjetividad formada a principios del siglo XXI que, dedicada a la lectura y a la reflexión, ya haya perdido su capacidad para tomarse en serio todo discurso. Pudo ser una niña cansada de ser juzgada como tal y empeñada en deshacerse de esa categoría de sentido sostenida en la especulación, porque deseaba jugar con sus amigos en la calle y que nadie le dijera lo que tenía que hacer o no. Cansada de aceptar las órdenes de los pares dominantes que gustaban convertirse en los jefes de los juegos. Se convirtió en una mujer cuya vida la llevó a la construcción de una ética basada en la honestidad consigo misma para la liberación. 

La búsqueda de las raíces de los propios deseos podría ser para la construcción de aquellas éticas posibles. La honestidad de escudriñar en el deseo para aceptar que el discurso es simplemente una fantasía que se cuenta la sujeta. 

¿Con qué herramientas y en qué lugares se construyeron los discursos?

El papel aguanta, decía mi profesor de química cuando dibujábamos las representaciones de las estructuras moleculares. Habían reglas establecidas para dibujarlas correctamente, pero si te equivocabas, el papel aguanta cualquier cosa, es solamente una representación, una ayuda para la imaginación y viceversa. No nos engañemos, el papel aguanta. Cualquiera puede dibujar las representaciones que se le antojen y su aceptación en “lo verdadero” depende del cumplimiento de las normas que definen esa representación como identidad. La tragedia del discurso es la confianza en quien lo vocifera, olvidar que lo verdadero es una serie de normas que incluyen excluyendo, discursos construidos con otros discursos de sujetos que acarrean el respeto de otros sujetos, mas no un respeto basado en la sabiduría o la coherencia con los actos, sino en la autoridad. El logos, la autoría/autoridad del discurso. La confianza en el texto pensado y reiterado se consolida en el respaldo con otro texto con mayor jerarquía en un sistema de conocimiento falocéntrico. Un sistema que prescinde de la experiencia vital y que cuelga de la teoría como a punto de caerse en un abismo. El texto sostenido solamente por sí mismo se quiebra en la experiencia de vivir, que es la experiencia de lo desconocido posible.

El cuerpo desterritorializado se encuentra con el texto descontextualizado y se genera una fisura dolorosa en las vidas: explotación, apropiación, discursos sobre la deconstrucción aferrados al logos, militancias moralistas que producen fascismos progresistas, discursos feministas falogocentristas que llevan a la clausura política.

Monologar llenando todo espacio de silencio con palabras que solo algunos pueden entender. El sujeto existe entre sujetos y los sujetos se consideran a sí mismos el centro de sus propias vidas. Hemos perdido el conocimiento de tejer las vidas para ser reemplazado con el “verdadero” conocimiento, basado en la razón que no ha podido reconocer su fundamento dogmático y esencialista. El tejido versus la individualidad liberal, la conversación versus el monólogo:

Matar al amo, sacar esa cabeza, construcción de éticas posibles y destrucción de morales impotentes.