16 de Abril

                   Me dispuse a terminar el cuento que había comenzado a leer hace unos días: El pájaro verde. El primero de los cuatro animales. El cuento se sitúa en un momento ahí por principios del siglo XX, 1928 en Chile, ese mismo año en que esa autora inglesa tenía que leer la importante conferencia sobre la Mujer y la novela, Un cuarto propio. Por allá por el otro lado del mundo que está más cerca de nosotros de lo que quisiéramos. 

De alguna manera, este cuento también vino de Europa. 

                   En la parte en que se llevan al Pájaro verde de Francia pa Chile me puse a pensar en esa coincidencia de estar ocupados en leer las historias que pasaron hace 100 años atrás en Europa. Benjamin leía a Baudelaire, nosotros leemos lo que Benjamin decía sobre él y Baudelaire hablaba de otros tipos de hace 100 años, y así. 

                   Me hizo pensar… y si fuera posible que solo conozcamos la historia que la humanidad contaba de la humanidad desde hace 100 años. Pensándolo en serio, si podemos constatar por cuenta propia, con el cuerpo, solamente hechos ocurridos hace una generación, que es el momento en el cual generalmente nos cruzamos con nuestros antepasados más cercanos, para corroborar que estuvieron donde dicen que estuvieron hace 90 años atrás, entonces todas las historias de los museos, de los libros de historia, las historias familiares, en fin, las historias del pasado, son solo historias construidas con lo que sobrevivió de lo contado hace tan solo 100 años. Como en el juego de pasar el mensaje, algo se va degradando en la multiplicidad de interpretaciones: la unidad del significado de esas historias, la unidad de los hechos. 

                  Y si hace una generación atrás me hubiera encontrado con estos viejos de principios del siglo 20, como hoy me encuentro con artistas que sé que importarán dentro de 100 años, me pregunto si nos hubiéramos encontrado y conversado, establecido una amistad, afección profunda, odio, deseo. Y si hace 100 años siempre fuimos los mismos que somos ahora, si seguimos atravesando las mismas dificultades con el mismo nivel de desconocimiento. Muy probablemente podría haberme encontrado con el autor de este cuento y, por supuesto, no podría imaginar una situación realista. Probablemente, si me lo encontrara hoy, como si él perteneciera a este principio del siglo XXI, habríamos realizado bastantes viajes místicos con ayuda de algunas maravillosas drogas

(la enfermedad de cuestionar la realidad no es solo de este tiempo)

no sé si sería mi amigo, pero me hace sentir que nos parecemos en algo, que tenemos algo en común. Qué indescriptible es esa sensación de encuentro con algún creador que tuvo la misma edad que uno hace 100 años atrás, que, por alguna razón, su obra fue reproducida y todavía existen “primeras ediciones” para corroborar su reproducción fidedigna y de alguna manera esa obra llegue a mis manos y la admire y no pueda convencerme de que no sea posible conversar con él. 

                  Cuando tenía 19 me enamoré de Jorge Teillier, por ejemplo. Como cuando a los 13 me enamoré de un personaje de animé. Quienes se han enamorado de una fantasía creo que pueden seguirme. Aunque enamorarme de Teillier no fue lo mismo, al menos no exactamente, que enamorarme de un dibujo. Teillier fue el primer escritor con el que sostuve una sincronicidad independiente del espacio tiempo, puedo estar segura de que vestimos el mismo traje y visitamos los mismos lugares, pero no es que fuéramos la misma persona. Sino que compartíamos un pedazo de alma. Un pedazo de esa sustancia indeterminada conceptualmente. Lo sé porque cuando leía su poesía él me comunicaba su noticia como en el cuento, donde para comunicar todas las cosas importantes usaban la misma canción He visto un pájaro verde… y se entendían. Así Teillier me comunicaba todas las cosas sin decirlas exactamente como se dicen conversando y yo podía responderle, porque conocía su forma.
                  Cerré el libro y levanté la solapa que dejaba ver una foto del autor en blanco y negro. Apuesto a que en persona era completamente diferente, como lo son todas las personas que posan para sus propios retratos y pensaba en tanta gente que sólo he visto en fotografías, tanta que hubiera querido conocer. También pienso en todas las personas que conozco hoy por las cuales otros jóvenes compartirán el mismo pensamiento en 100 años más. Bueno, si es que no dejamos de existir. Difícil. Según los libros llevamos entre 40 y 150 mil años repitiéndonos, qué son 1000 años más, 1000 años menos. Creo que tampoco es que nos repitamos exactos, pero toda variabilidad sometida a los parámetros de interpretación inventados por nosotros grita un sentido, nuestro sentido. Tan solo el sentido nuestro.


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